(19 jun 10)
Caronte está frente a mí, pero ya no tengo las monedas para costear mi viaje. Aunque esta cita ha sido tan anhelada, no tengo prisa ya. Por cien años me acostumbré tanto a que el tiempo pasara que ahora no veo porqué correr.
Mi primera moneda la presté a un legítimo suicida, un mortificado con la advertencia de que por creerse dios el barquero no le permitiría viajar, así que con un pago extra mi colega aseguró su paso al Averno. La verdad es que mi dinero fue un regalo porque yo jamás hice caso a la advertencia; obsoleto sería darle importancia después de la vida.
Caronte me mira en silencio porque sabe que hice con mi otra moneda. Caronte me mira y se pregunta que voy a hacer. No tengo una respuesta para él.
Caronte está frente a mí, pero ya no tengo las monedas para costear mi viaje. Aunque esta cita ha sido tan anhelada, no tengo prisa ya. Por cien años me acostumbré tanto a que el tiempo pasara que ahora no veo porqué correr.
Mi primera moneda la presté a un legítimo suicida, un mortificado con la advertencia de que por creerse dios el barquero no le permitiría viajar, así que con un pago extra mi colega aseguró su paso al Averno. La verdad es que mi dinero fue un regalo porque yo jamás hice caso a la advertencia; obsoleto sería darle importancia después de la vida.
Caronte me mira en silencio porque sabe que hice con mi otra moneda. Caronte me mira y se pregunta que voy a hacer. No tengo una respuesta para él.
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