Sunday, May 04, 2008

Una modesta propuesta

Este es un ensayo no tan fallido... Mi primer trabajo para la Academia, en el cual me fue mejor de lo que esperaba. Es un "pastiche" o parodia de un escrito de Jonathan Swift titulado "Una modesta proposición para Impedir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país, y hacerlos provechosos para la sociedad" de 1729 (Jonathan Swift, Escritos Satíricos, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1991). Espero que lean el ensayo original (¡excelente!) y que el mio les agrade, les haga reir o al menos no les moleste.


UNA MODESTA PROPUESTA

Para convertir a la Televisión Nacional en una herramienta de educación y formación ciudadana que conduzca a un nuevo proyecto de nación


Es un cuadro deprimente encender el televisor y ver en los canales nacionales tanto tiempo al aire desperdiciado en programas educativos y culturales que inculcan enseñanzas en desuso a los niños y jóvenes de hoy, en noticieros independientes que esparcen información polémica en contra de nuestro Gobierno con el fin de confundir la opinión del público adulto y en dramatizados que enseñan modelos de conducta en extremo arcaicos y conservadores que no son acordes con las exigencias de la actualidad.

Esta información disponible 24 horas al día en cinco canales nacionales o más, presentada de forma monótona, simple y decadente ha logrado que el público tome progresiva distancia de sus aparatos televisivos y malgaste su tiempo de ocio en actividades poco productivas (quiero decir, provechosas a la industria): los parques y calles de la ciudad están constantemente infestadas de niños ruidosos y sucios que ocupan espacio y contaminan la ciudad con su gritería y la basura que dejan atrás, mientras los adultos desperdician su dinero acudiendo al teatro y a los museos, absorbiendo información obsoleta que no es práctica o aplicable en su diario quehacer y que la mayoría del tiempo añade ansiedad a sus ya atribuladas mentes.

Pienso que todos los ciudadanos coincidimos en que este derroche de recursos tanto humanos como de infraestructura y económicos debería dirigirse a otros objetivos contemplados en las políticas sociales del Gobierno y teniendo en cuenta que la televisión hace parte de nuestra identidad cultural como nación, la solución no es acabarla sino reformarla, haciéndola más eficiente y más acorde con las doctrinas que lidera el Estado y que hasta el momento han probado su efectividad en la construcción de nuestro país. Es así como mi propuesta, la que humildemente me permito exponer, es un plan sencillo que pretende edificar la moral y la conducta de todos los ciudadanos por medio de una estrategia que modifique los contenidos y presentación de los programas, buscando inculcar en la población otra forma de actuar dirigida al provecho de su tiempo y dinero y que dé un beneficio redondo tanto para el Gobierno como para la noble empresa privada involucrada en este servicio.

La programación normal de un canal de nuestro país incluye informativos, dramatizados, shows de entretenimiento y programas culturales. Los informativos de los canales líderes y de carácter independiente se dedican a denunciar hechos sin trascendencia como los despilfarros y corrupción de uno que otro empleado público y noticias de otros países, hechos estos que no afectan las actividades de nuestra nación o todo tipo de información sin trascendencia. Propongo que en vez de trabajar cada uno por su lado, los canales principales sumen sus esfuerzos e intereses para mostrar información de verdadera relevancia para el público. En adelante, los noticieros mostrarían las noticias enfocadas en los logros del Estado, promoviendo una actitud más patriótica en la ciudadanía y evitando argumentos contradictorios para no confundir al televidente. Esta uniformidad en el discurso de la información sería de provecho para la empresa televisiva, evitando gastos en investigación pues el mismo Estado les proveería la información, ya revisada para su presentación, y estos recursos serían empleados no tanto en el fondo sino en la forma, haciendo más amable al espectador la asimilación de las noticias. También permitiría que este talento investigativo ahora liberado fuera destinado a una información más propia de la vida actual y todo ese espacio invertido en noticias acartonadas sería asignado a noticias más agradables como los deportes y la farándula, redireccionando los valores de la sociedad a otras virtudes como la belleza y la fuerza o habilidad física y no intelectual. Este nuevo enfoque impulsaría industrias más promisorias como la deportiva y la estética, dando campos de acción más amplios a los profesionales de la medicina, tan golpeados por la situación actual.

Pasando a los dramatizados, estos programas tendrían un enfoque más real, con situaciones aún más cotidianas y reveladoras del verdadero carácter humano. De esta manera y como único provecho, los libretistas podrían basar sus ideas en las tragedias de la literatura clásica como “Electra” u “Otello”, pero recrudeciendo las actitudes hostiles y traicioneras para que el público más joven sea conciente de la forma de actuar de la sociedad, esté preparado para lo que debe vivir y no se impresione fácilmente con las tragedias que les rodean a diario. A modo de una crianza casi espartana, nuestros jóvenes tendrían una visión menos sentimental y más práctica del mundo y asumirían los hechos de su vida sin sensiblerías, concentrando estas energías en actividades más funcionales y provechosas para la industria actual, todo esto producto de encararlos sin censura a la realidad teniendo como herramientas los recursos técnicos y el talento humano. Un verdadero ejemplo que afianza esta teoría es el caso de “Pandillas, Guerra y Paz” (1), dramatizado que logró un excelente rating en su primera emisión, exponiendo las situaciones a las que se ven sometidos los habitantes de los barrios periféricos de las ciudades, donde la justicia es tomada por la propia mano de grupos de seguridad privada formados por los mismos ciudadanos. Esto me lleva a otro punto: una vez liberados de la responsabilidad de velar por la seguridad de los habitantes de estas zonas, los cuerpos policíacos y otros entes del Estado podrían dedicarse a actividades más provechosas, como aumentar los comparendos y así incrementar las arcas del Gobierno o montar exhaustivas requisas en eventos masivos ( preocupados por la seguridad de los asistentes nunca con el fin de incomodarlos) y de esta manera evitar desmanes o mayores percances (2).

Retomando las novelas y dramatizados, los libretistas también podrían afianzar conductas más cosmopolitas que nos integraran con el resto del mundo. Una visión menos folclorista de nuestras novelas basada en modelos extranjeros propiciaría un sentimiento “sin fronteras” entre nuestros nacionales, una actitud más amable y provechosamente económica con los turistas, quienes evocarían modelos a seguir tan promovidos por nuestros dramatizados y eliminaría los íconos tradicionales, tan difíciles de vender en el exterior, dirigiendo el mercado a productos verdaderamente exportables y de fácil acogida en cualquier lugar. Así mismo, las producciones retratarían héroes y heroínas más liberados moralmente y menos mojigatos, protagonistas de conflictos más actuales como embarazos no deseados o infidelidades y traiciones, temas tan de moda en esta sociedad que promulgarían actitudes a seguir bajo los nuevos cánones de conducta en los que cada ser obra por sí mismo y para su provecho. Estas novelas estimularían la creatividad del televidente al proponerle enigmas de compleja resolución como el intercambio de niños en pleno siglo XXI (a semejanza de la historia del Príncipe y el Mendigo) o el intercambio de roles sexuales, en el que el travestido jamás es descubierto, incluso por sus seres más cercanos.

El siguiente grupo de programas, los shows de entretenimiento, son rellenos de espacio que no exigen la atención de los desprevenidos televidentes que los observan. Un verdadero ejercicio de comunicación sería convertir estos espacios en un intercambio de opiniones sobre temas del día, todos ellos relativos al Estado y a su conducta. Sin embargo, y para no alterar la confianza del público, las intervenciones al aire deben ser “decantadas” dando oportunidad únicamente a las más sensatas y agradecidas con las políticas de estado que nos gobiernan. Además, estos espacios presentarían variedades y actividades encaminadas a estimular los valores de moda que ya he nombrado. También los programas periodísticos y de opinión pueden ser desplazados por otro tipo de shows: los “realities” de convivencia, invenciones que ya han dado resultado en otros países y que podríamos retomar para revalorizar actitudes como la independencia y la astucia, mal interpretadas como egoísmo e hipocresía, formando a nuestros niños como personas más enfocadas en sí mismas, exitosas al lograr sus metas a como dé lugar y liberadas de esa anticuada conciencia comunitaria, que tanto nos ha estorbado para llegar a ser el país líder de nuestra región.

Otra reforma apropiada para estos espacios consistiría en las revistas sobre farándula. Una buena distensión para los televidentes sería conocer hasta el último detalle de la vida privada de sus nuevos ídolos creados por y para ellos. Así, al exponer públicamente los errores de unos pocos y haciéndolos carne de cañón para la desaprobación social, el resto de la ciudadanía se permitiría una válvula de escape a sus preocupaciones diarias y aumentaría su estima al poder señalar los errores en los demás. Por otro lado, al resaltar las vertiginosas carreras de los artistas de moda, estandartes de valores como belleza, juventud y arrogancia tan acordes a la nueva actitud, proyectaría las ilusiones del público en seres tan humanos como ellos mismos, haciendo dichos sueños más tangibles. Estos personajes, parte del “Star System” patrocinado por las mismas empresas de televisión, reportarían a través de la manipulación de su imagen ganancias a los empresarios que los crearon y darían sostén a todo el engranaje del entretenimiento: Estrellas – Seguidores – Merchandising - Industria, cada parte funcionando y manteniéndose una a otra. Todos los recursos malgastados en otros enfoques de la cultura estarían ahora destinados a este sistema tan productivo que lograría convertirse en producto de exportación, para orgullo de nuestros nacionales. Sin embargo, y para tranquilizar una que otra conciencia formada a la antigua usanza, de vez en cuando se propondría alguna causa noble para atender a la población menos afortunada, siendo esta liderada por las estrellas del entretenimiento, secundada por los grandes medios y seguida por los ciudadanos que así redimirían la culpabilidad por su fiebre de consumo. Yendo más lejos, la oportunidad de convertir a alguna de estas víctimas en vocero o imagen de alguna causa conveniente al Estado y la industria no debería desperdiciarse; debe tenerse en cuenta que el beneficio para los vendedores de afiches, botones, discos y videos o de comidas y otros servicios en eventos a los que ellos convoquen sería infinito, traducido en entradas económicas que resolverían sus gastos primarios y liberarían al Estado de responder por estos casos aislados de desatención social.

Por último, un incentivo para el ciudadano común sería toda la variedad de concursos en los que se entreguen fabulosas sumas de dinero a quien los sortee exitosamente. Promover la riqueza fácil e inusitada por medio de la astucia y la adivinación, libraría a los aspirantes a estas ganancias de cultivarse profunda y disciplinadamente en cualquier área del saber y la emoción de sus logros en pantalla sería explotada por los realizadores de cada programa, logrando así optimizar el tiempo de producción al mostrar la misma reacción desde varios ángulos y haciendo que el televidente invierta una hora de su tiempo viendo el programa al aire, cuando en realidad no hay más que veinte minutos netos de grabación. De esta manera una gran inversión en escenografía se traduciría en los dividendos captados por la publicidad que el programa pudiese reunir, ganancias que se acumularían pues la promesa de inmensa fortuna jamás se convierte en realidad gracias a las condiciones que el mismo carácter adivinatorio del concurso lleva en sí.

Finalmente, los programas culturales, que implican una gran inversión de dinero necesaria para la investigación profunda, el desplazamiento de equipos de producción y el personal cultivado que se dedique a ellos, serían formatos destinados a la extinción, teniendo en cuenta que los valores promovidos en la nueva política no son acordes con la filosofía de estos espacios. Ya no sería importante saber sino parecer, así como tampoco conocer la información de primera mano y diversas fuentes, sino hacer caso de la única imagen superficial de la realidad que nos quieren informar por todos los canales. Sin embargo, el formato podría ser provechoso para hacer conocer al público información que forme su opinión en direcciones previamente establecidas por el mercado o el Estado.

Para concluir, no propongo ningún formato novedoso o desconocido, sino un enfoque más profundo y eficiente en la temática que maneja nuestra televisión para construir nación. Propongo un verdadero proyecto de culturización y unificación de nuestras nociones de conducta y conocimientos con el fin de lograr una sociedad más igualitaria. Si alguien tiene una solución más profunda que combata la apatía del ciudadano común por los problemas que le aquejan, una mejor manera de transmitir y sostener verdaderos valores morales y éticos en tiempos en que estos cambian vertiginosamente, una fórmula para informar realmente al público y no mantener la venda sobre sus ojos mientras no ve qué hacen realmente los grandes intereses económicos y los gobernantes; una forma más justa de movilizar causas que si afectan su desarrollo y no espejismos de marchas y otros eventos multitudinarios para tender cortinas de humo sobre verdaderas problemáticas como la educación y salud para todos, entonces que la desarrolle y ponga en marcha. Pero mientras no haya una verdadera voluntad de abandonar la ley del “pan y circo” para el pueblo, considero que esta es la única manera de promulgar un discurso que todo el país comparta y lo haga movilizarse en una misma dirección, abandonando esa actitud de extremismos en que está sumido ahora, polarizándolo en esquinas engañosas, tendencias hipócritas en que pocos saben mucho y muchos más pocos nos manejan a todos.

Mi único y desinteresado objetivo es impulsar una nueva causa nacional que beneficie a las todas las partes involucradas: un televidente más contento e identificado con los programas que ve, un artista más gratificado por el reconocimiento de su talento, un empresario más comprometido con el mercado y promotor de la industria de nuestro país y un Estado protector encaminando a nuestro país a ser líder internacional. Por mi parte no obtengo mayor beneficio, pues no hago parte del Gobierno ni del mercado televisivo y los únicos programas que consumo son los enlatados.



1. Serie realizada a inicios de la década. Las situaciones que exponía correspondían a la investigación del libretista sobre la problemática de la delincuencia juvenil y el narcotráfico. Las circunstancias dramatizadas en este seriado no son diferentes a las que se viven actualmente.

2. Eventos como el festival de Rock al Parque 2007, en el que los asistentes tuvieron que hacer frente a un grupo mínimo de personas que querían alterar el orden o los últimos disturbios en partidos de fútbol demuestran la utilidad de los cuerpos armados y de sus exhaustivos controles a la entrada de dichos eventos.