Tuesday, August 11, 2009

Sala de urgencias

Caras largas, rostros sufriendo. Gente bostezando, frunciendo el ceño. Uno que otro gritando de dolor o ira, depende de como le va en el proceso.
Algunas salas amplias, cómodas, entretenidas: una mala peli en el tv, músiquita de ascensor, un bonito paisaje allá en el otro lado del dolor. Otras (la mayoría) salas terroríficas, chiquitas, estrechas, frías, sofocantes. De ninguna nadie me ha dicho con cariño que es su segundo hogar.
Todas llenas de personas en las mañanas, en las tardes, en lo temprano de la noche. Los niños lloran, los ancianos se quejan, algunos lloramos. Algunos esperamos... desesperamos, sobretodo cuando no somos los de la camilla. A mi siempre me duele la cabeza.
En la medianoche salas desiertas. Muy pocos esperan. Muy pocos le hablan al tv, muy pocos ruegan por un escape. Muy pocos lamentan ser ingratos, muy pocos se martirizan por querer irse, por querer no tener que vivir otro día así, porque saben que vendrán más días así.
Finalmente, todos se van. Felices, porque fue un mal rato en su preciosa vida. Esperanzados, porque la paciencia promete la recuperación. Resignados, porque saben que volverán a ese lugar.
Otros desgarrados, perdidos, sin piso: ya no importa donde están.
Todos entran en urgencias por un dolor. A la mayoría los ves y lamentas que sufran, hasta te impresiona lo que hacen para parar su dolor. Hay otros que escondemos y que allí nadie nos los puede curar.

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